Aspirando con desesperación
el humo de un cigarrillo, recargado sobre la pared y con la mirada fija
en el cielo estrellado. Intentando vanamente de expulsar su fracaso, Juan “el fierros” rememora la negativa recibida
hace unos cuantos minutos Nunca había sentido tanta frustración como esa noche.
Bien decía Martín Urieta, que a las mujeres no hay que entenderlas, si no
quererlas. Sin embargo para él no aplicaba esa filosofía en esos momentos. Su
mente no alcanzaba a comprender por que “la güera” se negaba a apaciguar sus
urgencias. Meses esperando para que nuevamente le abriera las puertas al cielo
y esa noche salió con la desgastada excusa de que le dolía la cabeza… ¡chingada
madre, otra vez a hacerse justicia por mano propia!
Arrojó la colilla al suelo con violencia, mientras pensaba en
lo que haría a continuación, ¡pinche güera! De seguro ya se encontraba
profundamente dormida para esos momentos, ni modillo. A meterse al baño, preparar un buen pedazo de
papel y a hacerle el amor en su calenturienta mente a la encueratriz de moda.
Pero el destino deparaba una situación diferente. Sus ojos
distinguieron en la penumbra un bulto delgado que se acercaba a toda prisa
hacia él. Una voz chillona llegó hasta sus oídos. Pérate pinche fierros, no te
vayas a meter, pérame tantito ¿si? Oye, no seas gacho, regálame un cigarrito,
pa’ aliviar este pinche frío que cala hasta los huesos… ¿no?
¿ratona, eres tú? No mames, pero si ya estás bastante crecidita, hace mucho
tiempo que no te arrimabas por acá al barrio, ¿Qué tendrá unos cuatro o cinco
años? ¿Dónde te habías metido, mira. Sigues igual de flaca, pero ya tienes tus
cositas bien desarroladitas eh?
-Bueno, me vas a dar el cigarro o no, y no me hagas tantas
preguntas así de madrazo que me apendejas…
-¿Mas? Sí te voy a dar el cigarro, solamente tira la mona que
traes en la mano, por que capaz que a la hora de encenderlo, te incendias. ¡
Ahh que pinche olorcito te cargas me cai de madres!
Ohhh pus que fijado, tú no te me preocupes, no pasa nada. Ya
muchas veces he fumado con la mona bien mojadita de activo y nunca me ha pasado
nada, órale ya dáme el pinche cigarro ¿no?
Mientras sacaba la cajetilla de su bolsillo, Juan miraba el
cuerpo en desarrollo de la chamaca. Él no estaba muy de acuerdo en eso de
andarse tirando a las mujeres tan chamaquitas, sin embargo el cosquilleo que en
esos momentos sentía en la entrepierna comenzó a despertar el instinto animal.
La ratona, nada pendeja pudo observar la mirada de deseo que le dirigía,
mientras la flama del encendedor iluminaba sus rostros.
-
¿Ahhh
que chido! Con este tabaquito, espero dejar de temblar, ¿hace un chingo de
escarcha no?
-
Psss
tá cabrón el frío, ándale chingate tu cigarro y te acompaño a tu cantón pa’ que
ya te vayas a jetear ¿ no?
-
No
pos eso si va a estar medio cabrón, vivo hasta las nalgas del diablo, orita me
vine a dar un rol por acá al barrio. No mas pa’ ver si seguía todo igual que
cuando era morrita y si todavía el guateque estaba igual de chido. ¿Tienes
carro, me llevarías orita hasta allá?
-
Pinche
ratoncita, le juegas mucho al vivo. Las cosas han cambiado y ahora la raza es
mas pesada, antes no pasaba de que te agarraran las nalgas y se echaran a
correr como putos. Ora si te apendejas hasta te andan dando pa’ tus tunas…
-
¡chale
pinche fierros! Pero si ya en todos lados es igual y además, no te preocupes ya
me la sé y he aprendido a defenderme de la banda maciza. Allá en mi cantón
están igual o mas pesados que aquí. ¿ Pero entonces que, tienes carro... y me
darías un aventón hasta allá hasta onde no pasó dios?
“El fierros” pensó en negarse, sin embargo. El cosquilleo en el miembro y su negativa a
hacerse justicia por mano propia le indicaron que sería interesante probar si
habría un chance de desfogarse con esa morrilla. Irse a acostar sabiendo de
antemano que no podría dormir escuchando los ronquidos de “la güera” No era
algo agradable. Además, por lo poco que le había escuchado a la escuincla, pues
ya estaba corridita en carretera. Así que sería mejor darle el aventón que le
pedía y de ser posible, el aventón del otro también.
-
Órale
pues ratoncita, sí te llevo, nomás aguántame tantito, voy por las llaves del
carro y me dices pa’ Onde jalamos, ¿sale?
-
Chido
por usté mi fierros, me cai que te lo voy a agradecer un chingo, yo pensé que
algún valedor o valedora me darían posada en su cantón, pero nomás se acabó el
activo y me dejaron acá de perra flaca … ¡pinches culeros!
-
Ya
no te metas esa madre mija, te va a apendejar y te vas a quedar toda babosa… -Le
dijo Juan mientras entraba a casa por las llaves del carro-.
-
¿Pa’
donde le damos mi chava? -Cuestionó “el fierros” una vez instalados en el auto-
-
Pos
jálate pa’ la carretera a Puebla, por
ahí te voy diciendo por dónde te metas, sale?
-
Órale
pues, deja pongo música para no aburrirnos mientras llegamos, ¿te late?
-
Nel,
mejor vamos a platicar, ¿sigues chambeando de tendero verdá? Se ve que no te va
mal carnal, tu carro está chido, si me ve la raza bajar de él… ¡van a pensar
que me andas cogiendo cariño!
-
Chale
pinche ratoncita, creo que el activo ya te madreó varias neuronas, ya
comenzaste a decir muchas pendejadas, me cae –respondió Juan sin darse cuenta
que el rubor invadía su rostro al sentir descubiertas sus reales intenciones.
-
¡ohhh!
Pss que tendría de malo, ¿digo no? Como dicen por ahí, ya peso mas de cincuenta
y ya alcanzo el timbre –respondió la chavita, mientras sus vivarachos ojos
miraban el bulto que comenzaba a crecer bajo la entrepierna de Juan_
-
Ya
pinche chamaca, no empieces a jalarle la cola al diablo, no vaya a ser que se
te aparezca ¿eh?
-
Neta
que no hay pedo mi Juan, a lo mejor te sacas de onda por que estoy morra, pero
ni te creas, ya tengo mis catorce bien cumpliditos y pos la neta, la neta ya sé
de que lado masca la iguana, así que si te lato tantito, pos no hay pedo. Nomás
móchate con unos tacos pa’ matar le méndiga hambre, atáscame el frasco de
activo pa’ ponerme hasta la madre y neta que no hay pedo, yo me mocho ¡y verás
que no te vas a arrepentir!
En realidad, en la mente de Juan se
libraba una batalla entre su instinto desbordante de deseo y su parte racional
que le indicaba que eso no estaba bien. Detuvo el auto para mirar detenidamente
el busto de la chamaca, mismo que amenazaba con salirse de la apretada blusa,
recorrer lentamente los muslos delgados pero bien formados. La negra cabellera enmarcando un rostro
afilado, unos labios en forma de corazón
y unos hoyuelos que se formaban en sus mejillas cada vez que sonreía. En ese
instante ganó la batalla el instinto y pensando: ¡chingue a su madre! ¿a quien
le dan pan que llore? Respondió con voz quebrada: ¡órale pues! No mas que quede
claro que yo no te estoy obligando a nada ¿eh? Tú eres la que andas ahí de
catarra dándome entrada. No luego vayas a decir que yo te obligué… que te
ofrecí lana y…
-
Nel
mi fierros, yo no soy ojete, sé lo que hago, además tampoco tú vayas a creer
que vas a estrenar ¿eh? No te hagas ilusiones mi chavo. Y aparte de todo, me
cae que me acuerdo que cuando era morrita, me dabas mis dulces y no me los
cobrabas, por que sabías que mi jefa ni pa’ tragar tenía dinero. Eres chido
fierros, eres banda y pos además tú me haces un favor y yo te hago otro, ¿que
no?
-
Pues
ya ni se que pensar pinche ratona, pero en lo que no estoy de acuerdo es en eso
de atascarte de activo. Mejor unas chelas, por lo menos no te hacen tanto daño
como la mona, te digo que se te va a secar el cerebro con esa chingadera. Ya no
le metas a esa madre, ¡hazme caso chingao!
-
Pos
pue’que si pero esa madre ayuda a olvidar mi fierros, cuando te pones hasta
atrás. Miras todo asi que como mas chido, no hay hambre, no hay dolor…
-
Ya,
no mames, eso ya me lo se y no creas que por que me contaron, pero no hay de
otra, activo ¡ni madres! Tacos hasta que te hartes, unas chelas pa’ que no
pienses que soy ojaldra ya hasta ahí, ¿Cómo ves?
-
Psss
ya que… peor es nada, jálale entonces pa’ donde creas que podemos hacerla ¿que
no?
Después de una parada obligatoria en los tacos al pastor,
donde “la ratona” bebió mas cervezas de lo que comió, Juan dirigió el auto
hacia un motel situado en la salida a la autopista México -Puebla. No sin antes
haber dejado unos billetes extras en manos del administrador –para obviar la
minoría de edad de la chica- se instalaron en un cuarto de regular categoría.
Por lo menos la ropa de cama se encontraba limpia a simple vista. Contaban con
agua caliente en el baño y televisión por cable. A insistencia de la niña, Juan
se vio casi obligado a regresar a la administración para surtirse de six pack’s
de cerveza en lata.
Cuando “el fierros” regresó a la habitación, encontró a la
chica envuelta en una toalla, dejando al descubierto gran parte de sus muslos
morenos . El nacimiento de sus senos provocó en la mente de Juan una serie de
escenas dignas de una película erótica. Su nariz aspiró el fresco aroma que
dejaba la cabellera de la chica cayendo
sobre los redondos hombros después de un
intento fallido, de realizar un sensual vaivén. Juan, con piernas tembeleques
tomó asiento en la orilla de la cama y se dispuso a observar el espectáculo que
imaginó seguiría a continuación.
Durante un largo lapso de tiempo, la chica danzó desnuda
frente al sorprendido Juan, bebiendo constantemente de la cerveza helada. Misma
que caía sobre su cuerpo desnudo ya. El instinto animal de “el fierros”
despertó manifestándose en una erección potente. Como hacía mucho tiempo no
sucedía.
La chica con una sonrisa estúpida dibujada en el rostro, a
causa del excesivo consumo de cerveza, lentamente se acercó a Juan, quien con
los ojos entrecerrados luchaba aún contra su naturaleza de hombre. Unos minutos
que le parecieron una eternidad permaneció a la espera de las caricias
anelhadas, mismas que le devolverían la perdida juventud. Sin embargo, esto un
sucedió. Abrió los ojos y sus ojos recibieron la imagen de la chica desmadejada
sobre la descolorida alfombra de la habitación . La sostuvo en brazos y la
acomodó en la cama. La ereección seguía ahí. Presente, recordándole viejos
tiempos de juventud. Despacio, sin prisa alguna, sus manos comenzaron a
recorrer el macizo cuerpo de la chica, el sistema nervioso de Juan envió una
sensación eléctrica que recorrió su espina dorsal.
La mente racional de “el fierros” se desconectó y segundos
antes de la tan esperada embestida que le llevaría al cielo. La voz trémula de
la mujer-niña lo hizo detenerse.
En medio de la pérdida de conciencia, murmuraba: Perdón…
perdóname señor. Bien sabes que esta vida que me tocó es una total mierda.
Siempre vagando por ahí, en busca de un cariño verdadero. Mismo que ni mis padres
me pudieron dar. Siempre medio muerta de hambre, ofreciendo mi cuerpo solo a
cambio de un pedazo de pan. Solo la droga me da el chance de medio soportar
esta cruz que haz cargado en mis hombros. Mas valía morir… si no fuera tan
cobarde…
La mente de Juan volvió a conectarse, por unos instantes
recordó al chamaco que, después del abandono de sus padres anduvo vagando en la
calle, al igual que perro sin dueño. Al jovencito que aprendió a robar para
poder subsistir, al desgraciado que mitigaba en el alcohol, droga y violencia
todo el dolor y resentimiento que desbordaba su ser.
Con lágrimas en los ojos, cubrió con la amarillenta sábana el
desnudo cuerpo de la niña-mujer, tiernamente acarició la cabellera, húmeda de
cerveza y sudor mientras le decía muy quedo al oído… yo te ayudaré a cargar esa
cruz ratoncita, no volverás a padecer de hambre o frío… y lo mas importante.
Nunca volverás a padecer por falta de cariño… ¡de eso me encargo yo!
4 comentarios:
¡Vientos Padrino!
No´más checa algunas faltas de ortografía; por lo demás está chido.
Buena decisión final del personaje y del autor.
Cuídate, luego nos leemos.
Cuántas personas no puedes pelear por esta historia y decir que les estás robando su vida. Muy buena, se extrañaban estas historias.
Saludos!!
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NO manches Javi hasta parece un capitulo de la Rosa de Gpe. saludos!!
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